La industria del plástico tiene su origen en la misma industria petrolera. Para elaborarlo hace falta petróleo. Una botella de PET (tereftalato de polietileno) para envasar 750 centímetros cúbicos de agua necesita de 14 litros de petróleo para ser fabricada. Este proceso es en extremo contaminante, primero por la procedencia de la materia prima y luego por la generación de CO2 en la fabricación.
Los fabricantes de plástico, de botellas y los envasadores, especialmente los de agua, evitan comunicar a la gente, en últimas al consumidor final, las implicaciones ambientales que tiene su producto y más allá de eso no intervienen en ningún momento en el post ciclo, es decir en procesos de reciclaje.
Los Estados no se hacen responsables. En términos generales, en los países latinoamericanos, no existen sistemas eficientes de reciclaje y hay una muy leve conciencia de la importancia de éste, de manera que la mayor cantidad de los residuos plásticos llegan a los rellenos sanitarios o al mar. En este momento este hecho causa la muerte de miles de animales en el océano. En todo caso las botellas necesitan de mil años para degradarse y al final dejan una estela de micropartículas plásticas que siguen siendo contaminantes.
Que los consumidores somos irresponsables, eso ya lo sabemos. La ignorancia que genera el capitalismo que se ha apropiado de las almas de los humanos, nos lleva a creer que nos vemos “más bonitos” si tomamos agua de una botella de plástico que si la tomamos de la tubería de la casa, aunque (y se ha comprobado en muchas ciudades en el planeta) el nivel de pureza del agua sea mejor en la llave. Lo que en últimas nos pasa es que jugamos el juego macabro de la compra de botellas de las que al final nadie se hace responsable, o si, solo los ecosistemas que venimos destruyendo, como si esta no fuera nuestra casa.
En este punto nos preguntamos ¿por qué conociendo estos hechos las empresas productoras no asumen su responsabilidad y se encargan de los ciclos posteriores a la venta? , suponemos que la responsabilidad no es un negocio para los depredadores. Por otro lado, si como humanos concientes quisieramos exigirles asumir su responsabilidad tendríamos que organizarnos, concientizarnos y actuar. Eso como colectivo. Mientras eso sucede nosotros, por ejemplo, no jugamos más porque nuestra conciencia no nos deja hacer parte de ese negocio perverso, pero… ¿qué pasaría si todos si todos paráramos de comprarles ya?
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